Tintinean las farolas de la calle
con su luz de amatista,
palidecen con el ronco desgarro
de un camión de la basura.
Hay un par de borrachos zigzagueando
en mitad de la carretera;
ignoran la muerte, por ello los admiro:
desde mi ventana
la noche se desinfla en silencio.
Repunta su presencia con algún ladrido lejano,
en la radio del coche que se cree discoteca,
en la soledad que se aferra a mí
como una fiebre pegajosa.
Al filo de la mañana,
nada me pertenece;
sólo el recuerdo de quienes
se jugaron la vida
y lo callaron.
La noche. Esta noche.
Misterio ambivalente, amenazador, promisorio
Repleto de criaturas extrañas, como esponjas insomnes.
Soslayo el abrazo del sueño.
Transgredo la mostrenca norma
Rebelde pintado de negro, negro bohemio
Luz mortecina en la frontera difusa de la muerte.